El historiador Walter Scheidel trata en esta obra publicada en 2019 la evolución de la desigualdad a lo largo de toda la historia, tomando como punto de partida la Edad de Piedra donde se comenzaron a dar las primeras disparidades entre homínidos. El eje central de la obra son los llamados por él, “ Los 4 jinetes de la equiparación” y su función como estabilizador de las acentuadas diferencias de ingresos mediante una premisa común: el uso de la violencia y la catástrofe. Consisten en las guerras de movilización masiva, la revolución transformadora, la quiebra de los estados y las epidemias letales.  


    Mientras se va extendiendo la obra el autor va plasmando las fluctuaciones que va sufriendo la desigualdad, centrándose en la diferencia de ingresos dentro de cada país y no a nivel global. Nos hace ser conscientes de muchos inconvenientes provenientes del fomento de la democracia y el crecimiento económico. Aunque en una primera impresión puedan actuar como enormes benefactores del bien común, nos debemos percatar de sus repercusiones negativas, plasmadas principalmente en los niveles de desigualdad.


    Una mayor integración de colectivos en el comercio se traduce en crecimiento económica, pero a su vez, actúa como multiplicador de oportunidades de aquellos que poseen riqueza acumulada de manera intergeneracional, como puede suceder en el caso de la difusión de la inversión. Debido a hechos similares los mayores avances como la Revolución Industrial han ido acentuando severamente esta situación. Por consiguiente, aquellos perjudicados por esta situación no se limitaron a acatar órdenes y continuar con sus pésimas condiciones, sino que estos niveles derivaban en un masivo malestar social. Cabe la posibilidad de que en muchas ocasiones a desigualdad haya engendrado su propia solución; entran en juego aquí los dos primeros niveladores (guerras masivas y grandes revoluciones). Pero, ¿Cómo actuaban realmente? 

    

    Ambos elementos ejercían sus efectos siguiendo un esquema muy similar. Podemos sintetizar de manera muy generalizada las principales consecuencias con el siguiente esquema:




Con las plagas sucedía una reacción muy similar, mientras que el detonante no se relacionaba con la violencia humana, sino con la reacción del organismo de toda la población ante la amenaza de una nueva enfermedad. No obstante, el número de fallecidos fue igual de significante, de ahí que sus consecuencias guarden cierta semejanza.  


Por otra parte, el derrumbamiento de sistemas se basaba principalmente en la carencia de instituciones óptimas en cada país que ofrecieran una solución para acabar con su situación de indigencia que conseguía reducir la desigualdad a un nivel extremadamente bajo de vida.  


Tras conocer las funestas causas de las grandes igualaciones de nuestra historia nos podemos cuestionar lo siguiente. ¿Realmente merece la pena luchar por reducir la desigualdad o debemos aceptar que es una característica persistente en la sociedad? Acerca de este tema existen serias discrepancias en la actualidad. Desde el punto de vista del autor, actualmente la mayoría de estados están dotados de recursos suficientes como para garantizar un cierto nivel de vida a sus habitantes alejado de la subsistencia (exceptuando los que pueden ser considerados “Estados fallidos”). Por lo tanto, si de una balanza se tratará, ante la carencia de alternativas pacíficas, el autor de este libro preponderaría la creciente desigualdad actual frente a los fenómenos que consiguen su reducción.  


Para concluir, en contraposición podemos hallar la visión de muchos intelectuales, en efecto la del economista Brako Milanovic. Focaliza la desigualdad como uno de los principales problemas de nuestra sociedad la cual dará lugar a una plutocracia donde los ricos cada vez ostentarán un poder mayor y la democracia como la conocemos hoy en día correrá un cierto peligro.”